Literatos Escuela Normal
  Leandro M. E. Sánchez 5 3 Hum. Y Cs. Soc.
 

Antes del alba.

 

Acurrucado en las penumbras, guarecido en la precariedad de un delgado cartón, en una tempestuosa y gélida noche invernal, el niño luchaba contra el ímpetu impiadoso del viento. Las calles se encontraban vacías, gobernadas por un silencio tétrico, el lóbrego cielo parecía caer sobre el horizonte.

En cada respiro, en cada latido, el niño, trémulo, veía escurrirse lentamente su vida en cada segundo, su pálido semblante, sus ojos entreabiertos reflejaban un dolor aciago e indescriptible, sus débiles manos se asían a sus prendas, envolviéndose, constriñéndose contra un rincón del umbral de aquella vieja edificación abandonada.

No había nadie más que él y la inclemencia del temporal aquella noche. Se encontraba solo, librando una silenciosa batalla en un sitio atestado de sombras y desolación. Las horas transcurrían y el niño intentaba, infructuosamente, concebir el sueño, su mente divagaba, perturbada por la vehemente necesidad de hallar calor, de vislumbrar un fulgor de esperanza en lo profundo de sus inextricables e inocentes pensamientos.

La tempestad recrudecía sobre las abandonadas calles, alguna vez atiborradas de calor y vida, ahora reducidas a difusas sombras, haciendo eco en el olvido.

En un instante los ojos de aquel niño permanecieron perplejos, mirando fijamente hacia afuera, sus frágiles y pequeñas manos se dejaron caer al glacial frío del piso, su pequeño cuerpo entumido, envuelto en harapos sucios cesó de tiritar, en un instante sus suspiros se habían apagado, su vida se desvaneció, confluyendo con el lúgubre silencio de la noche.

La tempestad había acabado unas horas después, los primeros tenues vestigios del alba se dibujaron en el horizonte, abriéndose paso entre las sombras.

 




Mi amor

Mi amor no es el amor humano,
el sencillo pretexto de la líbido, encendida.
No es el anhelo carnal, vehemente,
dizfrazado en la levedad de las palabras.

Mi amor no es lo fugaz ni lo efímero,
la reminiscencia ardiente de una figura etérea
gobernando mis pensamientos.

Mi amor no es un bello discurso al ocaso,
una oda al semblante, a los ojos encendidos,
fulgurando en la penumbra 
de mi eterna soledad.

No es el silencio enajenado,
usurpado por las urgencias de un alma ignívora.

Mi amor no es personal ni pretensioso,
es, en cambio, ínfimo, sublime, inefable,
golpeando con el ímpetu incesante de un océano
en los erosionados acantilados de mi existencia,
haciendo eco en el silencio...

Es el amor a las palabras latentes, el dulce susurro de la voz del pensamiento,
el roce de la muerte, la furia de los mares,
el devenir de las vidas y del universo.

Leandro Marcelo Exequiel Sánchez

5to 3ra Hum. y Cs. Sociales

 
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